Ciudad del Vaticano.- Los relatos desgarradores de las víctimas de la trata de personas “convirtieron” al arzobispo Jorge Mario Bergoglio y ahora Papa Francisco en uno de los líderes mundiales en la lucha contra ese flagelo, aseguró la activista Alicia Peressutti.
Defensora de los derechos humanos y de nacionalidad argentina, Peressutti conoció hace años al entonces arzobispo Bergoglio y hoy es su amiga, además de trabajar con el pontífice en varias actividades contra el tráfico de seres humanos impulsadas por el Vaticano.
En entrevista con Notimex, la activista aseguró que el líder católico busca que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declare la trata de personas como un crimen de lesa humanidad, pero constató que muchos países se niegan, por considerar que ese paso “no es conveniente”.
Para ella, la trata sobre todo para explotación sexual, es todavía “un tabú”, y por ello millones de víctimas padecen violencia de todo tipo en medio de la indiferencia colectiva.
El Papa “Francisco pide que la trata de personas sea declarada delito de lesa humanidad, pero los Estados no lo quieren”, expuso.
Pero, “¿por qué? Porque si se declara así las víctimas, que tienen secuelas de por vida por la tortura que sufren, podrán exigir que los países paguen los tratamientos”, explicó.
“Por eso no quieren la declaratoria, pero ellos han permitido y también son cómplices, por no controlar ni vigilar”, agregó.
Desde hace casi dos décadas Peressutti lucha contra el tráfico de personas. En la ciudad argentina de Villa María, en la provincia de Córdoba, fundó la organización no gubernamental Vínculos en Red y gracias a ese trabajo conoció a Bergoglio.
Cuando era arzobispo de Buenos Aires, él apoyó no sólo espiritualmente su lucha, también consiguió financiamientos y firmó cartas de aval. Ahora, como Papa, puso al combate a la trata entre una de sus prioridades.
Peressutti advirtió que el Papa Francisco quiere que el tema esté en la agenda pública porque los países no se reúnen para coordinar programas antitrata, entre otras cosas, porque es considerado un “no tema”, un asunto incómodo y tabú, incluso socialmente.
Aseguró que fueron las víctimas las que “convirtieron” a Bergoglio en uno de sus defensores más importantes. Sus relatos, algunos muy crudos y gráficos, le tocaron el alma y sus testimonios lo sensibilizaron sobre la importancia de actuar.
Lo hizo como arzobispo en Buenos Aires y, una vez elegido como Papa pidió a la Pontificia Academia para las Ciencias ocuparse del tema. Desde entonces ese ente ha multiplicado sus actividades, llegando a dedicarle hasta cuatro encuentros por año.